Revista CHILD MALTREATMENT, Vol. 3, No. 2, mayo de 1998, 100-1115

© 1998 Sage Publications, Inc.

 

 

EL SÍNDROME DE ALIENACIÓN PARENTAL: ¿EN QUÉ CONSISTE Y QUÉ INFORMACIÓN LO SUSTENTA?

Kathleen Coulborn Faller

Escuela de Trabajo Social

Universidad de Michigan

El presente artículo describe el síndrome de alienación parental, las características y dinámicas que se le asignan y los métodos utilizados para documentar su existencia. Posteriormente se hace una revisión de la investigación relacionada con diversos principios del síndrome de alienación parental. Por último se evalúa la utilidad de dicho síndrome para los profesionales de la salud mental y para las cortes al explicar las presunciones y alegaciones de abuso sexual en situaciones de divorcio.

Los niños y las niñas pueden ponerse de parte de uno de los padres cuando éstos se divorcian. Recientemente se ha propuesto la existencia de un fenómeno un tanto distinto: el síndrome de alienación parental. Este síndrome propone una nueva explicación a los informes de abuso sexual cuando los padres se están divorciando o ya están divorciados. Ha sido objeto de consideración para muchos profesionales, de cierta aprobación por parte de los medios de comunicación y de atención en las salas de las cortes. Merece y requiere nuestro examen crítico. El presente artículo describe, en primer lugar, el síndrome de alienación parental, específicamente su definición, sus hipotetizadas características, las propuestas dinámicas más relevantes y las estrategias de evaluación relacionadas con éste. Asimismo, en este artículo se discutirá la investigación aplicable al síndrome de alienación parental y se evaluará su utilidad en la toma de decisiones frente al abuso sexual.

El síndrome de alienación parental

La esencia del síndrome de alienación parental es una circunstancia en la cual el niño o la niña muestra una fuerte afinidad con uno de los padres y alienación frente al otro, por lo general cuando los padres se encuentran en proceso de divorcio o ya están divorciados. Adicionalmente, los comportamientos negativos que el niño/la niña atribuye al padre alienado son triviales, extremadamente exagerados o completamente falsos. En la mayoría de los casos estos comportamientos incluyen una acusación de abuso sexual.

Richard A. Gardner es el profesional que impuso el término; síndrome de alienación parental. Gardner ha producido un extenso número de escritos acerca de este síndrome para los casos de alegaciones de abuso sexual. En su folleto gratuito Qualifications of Richard A. Gardner, M.D., for Providing Court Testimony [Criterios de clasificación para la rendición de testimonios ante las cortes del Dr. Richard A. Gardner] (1992b) manifiesta que, habiendo trabajado en procesos de custodia de niños y niñas en casos de divorcio a principios de la década de 1980, comenzó a observar un “nuevo desorden psiquiátrico” para el cual acuñó el término de “Síndrome de alienación parental”. Añade que elaboró su primer artículo sobre este tema en 1985 y que publicó su primer libro acerca del síndrome, The Parental Alienation Syndrome and the Difference Between Fabricated and Genuine Child Sex Abuse [El síndrome de alienación parental y la diferencia entre el abuso sexual infantil inventado y el genuino], en 1987 (Gardner, 1992b, p. 2).

Los conceptos importantes para comprender el síndrome de alienación parental son sus características, que incluyen la definición de Gardner de lo que generalmente acaba causando, es decir, una acusación falsa de abuso sexual; así como la visión de éste de cómo se desarrolla el síndrome y sus concepciones acerca de otras características humanas que no son específicas del síndrome de alienación parental. Tales conceptos y dos procedimientos que Gardner ha desarrollado para evaluar las alegaciones de abuso sexual serán objeto de discusión en esta sección.

Elementos del síndrome de alienación parental

De acuerdo con Gardner las dos partes actuantes en el síndrome de alienación parental son el niño/la niña y el padre por el cual el niño/la niña siente una atracción libidinosa (por ejemplo por el cual concentra energía física, con quien se siente atado(a)), y que es descrito como el “padre acusador”. Según Gardner, las acciones del padre alienado o “acusado” tienen muy poco o nada que ver con los sentimientos negativos del niño/la niña sobre su padre ni con las alegaciones contra él/ella. Específicamente, anota Gardner, el padre alienado “sólo ha dado amoroso cuidado parental normal o, en el peor de los casos, ha mostrado un deterioro mínimo en su capacidad de dar ese cuidado parental” (Gardner, 1992b, pp. xviii, referido textualmente en la p. 61). De hecho, establece en su libro de 1992 que el síndrome de alienación parental sólo se ajusta en casos de falsas acusaciones (Gardner, 1992a). Si un niño/una niña es alienado(a) por aquel padre que realmente lo(a) ha maltratado no se trata de este síndrome; se está ante algo diferente.

Gardner (1992a) considera que este “desorden psiquiátrico” está aumentando rápidamente y muestra que lo ha hallado en el 90% de los niños y niñas que ha visto y que se encuentra en procesos de custodia (p. 59). Afirma, además, que en el 90% del tiempo el padre acusador es la madre del niño/la niña, por lo que el padre acusado es el papá. No obstante, en los casos restantes, los roles son al contrario (Gardner, p. 106)[1].

Gardner diferencia el síndrome de alienación parental de la programación y del lavado cerebral corrientes. Sostiene que el fenómeno es iniciado por el padre acusador que programa a su hijo/hija, pero que en verdad el niño/la niña agrega su propia parte –es decir, quejas específicas como la acusación de abuso sexual-. Gardner (1992a) manifiesta que ha identificado tres tipos diferentes de este desorden: síndrome de alienación parental severo, moderado y leve.

Características del síndrome de alienación parental

Los componentes más notorios del síndrome de alienación parental se hallan en características del niño/la niña, de quien acusa y en la alegación misma de abuso sexual.

El niño o la niña. Las características son las siguientes: El niño/la niña muestra aversión obsesiva por el padre alienado basándose en “quejas débiles, frívolas o absurdas” (Gardner, 1992a, p.68). Es más, estas quejas pueden estar caracterizadas por “escenarios prestados”, probablemente tomados del padre al que el niño/la niña ama (Gardner, 1992a, pp. 77-80). Adicionalmente, no se observa ambivalencia respecto de los sentimientos frente al padre que se ama o al que se odia, ni culpabilidad por odiar al padre alienado y se presenta un apoyo reflexivo por el padre amado. Finalmente, el niño/la niña expresa aversión por otros miembros de la familia del padre alienado. Por ejemplo manifestando: “No quiero ver al tío Tomás porque me hizo sentir mal por no ver a mi papá” (Gardner, pp. 80-81).

El padre que acusa. Las características básicas del padre, o la madre, que acusa falsamente, constituyen esfuerzos de programar o hacer lavado de cerebro al niño/la niña. Gardner afirma que las motivaciones para estos actos abarcan desde las completamente concientes hasta las profundamente inconcientes.

Las motivaciones concientes incluyen ponerle nombres al padre, presumiblemente en presencia de su hijo(a), destruir objetos de la casa que sean recuerdos de él, romper fotografías de sus familiares. También la madre puede culpar al padre completamente porque se ha acabado la unión marital sin asumir ninguna responsabilidad por sus propias fallas. Gardner (1992a) enumera las siguientes como estrategias de lavado cerebral conciente: “pedir al padre que estacione el carro al frente de la casa y que toque el pito” cuando va a recoger al niño/la niña para las visitas (p. 86), recibir “órdenes... derivadas de quejas ideadas e incluso producto de trastornos de alucinación o delirio ... por violencia” (p. 87), elegir personas diferentes al padre para el cuidado del niño/la niña como niñeras y no permitir visitas cuando el niño/la niña está enfermo(a). Gardner también describe como programación mental una variedad de maniobras para interferir las visitas de los padres y los contactos telefónicos con el niño/la niña. Asimismo, la madre puede empezar a tratar de “tentar” al hijo/la hija mayor para alienar al padre para que así esto se extienda a los menores (p. 98).

Dentro de las manipulaciones inconcientes para programar mentalmente se encuentran: si la madre es neutral en cuanto a las visitas, Gardner (1992b) dice que está “comunicando críticas al padre” y de igual manera, si ella deja que el niño/la niña decida si quiere la visita, afirma que se trata de lavado cerebral inconciente (p. 100). Según Gardner, decir cosas como “Tienes que ir a ver a tu padre, si no lo haces nos llevará ante la corte” (p. 101) constituye otro ejemplo. Adicionalmente, Gardner afirma que cuando la madre llama al niño/la niña durante su visita con el padre para averiguar qué han estado haciendo padre e hijo(a) o preguntar al niño/la niña, al regresar, si está bien son también manifestaciones de lavado cerebral inconciente. Otros ejemplos incluyen el no hablar del padre o mudarse a una ciudad distante. Con esto último se le está dando a entender al niño/la niña que las visitas no son importantes.

La falsa acusación. Al argumentar lo que para él significa “falsa acusación de abuso sexual” Gardner (1992c) manifiesta que en esta categoría se comprenden casos en los cuales la alegación es una invención así como también casos en los que quien acusa sufre de trastornos de delirio. Más aún, afirma que una acusación puede empezar siendo un engaño pero que con el tiempo el padre que acusa acaba creyéndoselo, caso en el que el acusador termina desvariando. De hecho, Gardner sostiene que las falsas acusaciones se dan a lo largo de una cadena continua que va desde la invención total al delirio total.

En la definición de Gardner parecería no haber ningún espacio para errores honestos o para malinterpretaciones de información. Tampoco considera casos en los cuales pudieran haberse presentado exageraciones, o algún tipo de material fáctico y material no fundamentado en hechos.

Causas del síndrome de alienación parental

Obviamente, una cuestión de importancia es el por qué se comportan de esta manera la madre y el niño/la niña. Gardner describe la psicodinámica y la motivación que llevan a los niños/las niñas y a sus madres a terminar comprometidos en esta alienación y a hacer falsas alegaciones de maltrato.

El niño/la niña. Gardner identifica siete factores psicodinámicos y uno motivacional que producen sentimientos negativos y acusaciones falsas de parte del niño/la niña. Los factores psicodinámicos son el mantener el vínculo psicológico primario, el miedo a alienar al padre preferido, la inducción a reacción, la identificación con el agresor, la identificación con la persona idealizada, la liberación de la hostilidad y la rivalidad sexual (Gardner, 1992a, 1992c). El factor motivacional consiste en vergüenza de retractarse (Gardner, 1992d). Abordaremos brevemente cada uno de estos factores.

Cuando se habla de mantener el vínculo psicológico, Gardner manifiesta que el vínculo madre-hijo(a) es más fuerte que el padre-hijo(a). Para asegurar que este vínculo madre-hijo(a) se mantenga el niño/la niña hace manifestaciones negativas acerca del padre en las que se incluye, siendo talvez lo más importante, que el padre ha abusado sexualmente de él/ella. El niño/la niña ve que la madre está contenta con estas expresiones negativas sobre su ex esposo y comienza entonces a hacer manifestaciones cada vez más serias.

Al parecer estrechamente relacionado con el anterior se encuentra el segundo factor: el miedo a alienar al padre preferido. El padre acusado ya ha abandonado al niño/la niña al haberse ido de la casa divorciándose. Para evitar que el padre que permaneció lo/la abandone, el hijo/la hija adoptará una posición de apoyo frente al padre preferido. El niño/la niña se alía con la madre “en su campaña de venganza y difamación del padre” (Gardner, 1992c, 128).

El tercer factor psicodinámico que cita Gardner (1992c) es la inducción a reacción. Su argumento consiste en que el odio por el padre es, realmente, “un delgado disfraz de un amor profundo” (p. 128). Más aún, afirma que la descripción del niño/la niña de las actividades sexuales desagradables con el padre son una inducción a reacción para poder hacer frente a los deseos de actividad sexual con el padre. Ésta es la forma del niño/la niña de decir: “No soy yo quien desea que él me viole, es él quien desea violarme a mí”. Esto alivia su culpa por el deseo de sexo con su padre (Gardner, 1992c, p. 129).

El cuarto factor es otro mecanismo de defensa; la identificación con el agresor. El agresor es la madre que ataca al padre. El niño/la niña “se une a los ganadores, la parte más fuerte” (Gardner, 1992c, p. 129). Gardner no ve al padre como al agresor, ni tampoco como al más fuerte de los progenitores.

Gardner (1992c) describe el quinto factor relacionándolo estrechamente con el cuarto. Consiste en la identificación con la persona idealizada. Como la madre “denigra sobre el padre, está dispuesta a limpiarse a sí misma” (p. 130). Gardner afirma que se conforma una fusión psicológica entre la madre y el niño/la niña, contribuyendo a la formación de folie à deux. Así, el niño/la niña y la madre, ambos, viven un cierto engaño en lo que atañe al trato y a los comportamientos negativos del padre.

Esta especie de invención puede no sólo involucrar madre e hijo(a), otros también pueden acabar involucrados. Por ejemplo, si hay más de un hijo, la invención se convierte en folie à trois o quatre. Gardner (1992b) también está “convencido de que... en un fenómeno extendido” el psicoterapeuta de la madre o del niño/la niña se une a esta invención. Gardner manifiesta que “las madres con síndrome de alienación parental tienen un modo de hallar terapeutas, casi invariablemente mujeres, que, de manera reflexiva, se les unen en su campaña para denigrar al padre... [quienes] en algunas ocasiones se involucran en el sistema de engaños paranoicos de la madre. ” Además, añade, “algunos de estos terapeutas son, ellos mismos, paranoicos; en otros casos guardan una hostilidad profundamente arraigada contra los hombres, una hostilidad tan fuerte que aprovecharían toda oportunidad para dejar salir su rabia contra ellos” (p. 147).

En sexto lugar para Gardner la etiología del síndrome de alienación parental se deriva de la liberación de la hostilidad. Su argumento se basa en que el niño/la niña está enojado(a) por otras razones diferentes a un comportamiento parental dañino. Entre éstas se encuentran el abandono por parte del padre, el deterioro de la situación económica como consecuencia de la terminación del matrimonio; la falta de atención de aquellos padres que están consumidos por el divorcio; la presencia de nuevas parejas y el hecho de que los padres no se reconcilian. La rabia derivada de estas diversas causas se enfoca en el padre y lleva a falsas alegaciones contra él.

El último factor psicodinámico enunciado por Gardner es la rivalidad sexual. Éste pareciera ser sólo un factor presente en las hijas. Gardner (1992c) afirma que la hija tiene una “relación seductora y de concepción romántica con su padre” (p. 131). Cuando el padre desarrolla una relación con una nueva mujer, la hija dice “Tienes que elegir entre ella y yo”, saboteando así la relación del padre con su nueva pareja (Gardner, 1992c, p. 131). Según él, algunas madres incitan a sus hijas a hacer este tipo de manipulaciones porque “sirve para el propósito de sus deseos de venganza” (Gardner, 1992c, p.131).

Asimismo Gardner (1992c) plantea que los niños y niñas pueden experimentar vergüenza de retractarse, lo que realmente les impide rectificar. Gardner enuncia varias motivaciones para retractar la acusación de abuso sexual, pero “no es en absoluto fácil de contemplar la posibilidad de ser llamado(a) mentiroso(a) por la horda de individuos que se han aliado al niño/la niña” (p. 132). Entonces el niño/la niña no se retracta a pesar de la preocupación por las consecuencias de una falsa inculpación al padre acusado.

El acusador. Gardner (1992a) manifiesta que las madres se sienten obligadas a alienar a sus hijos(as) de sus padres durante el divorcio porque por el momento se encuentran en desventaja para obtener la custodia. Sostiene que esto se debe a que las decisiones de custodia se basan actualmente en “la presunción del mejor interés del niño” más que en “la presunción de los primeros años de vida” (pp. 52-54). Describe la presunción de los primeros años de vida como aquella de que los niños estarán bajo un mejor cuidado con sus madres, especialmente cuando están más pequeños. Afirma que actualmente ésta no es una política social vigente.

Una revisión de los estatutos de custodia infantil y de la información real sobre qué padre obtiene la custodia genera cuestionamientos acerca de dicha hipótesis. Los criterios del mejor interés para la custodia infantil consisten en una gama de factores, incluyendo casos en los que se demuestra que las madres tienden a desempeñarse mejor en ello. Sin embargo, es más común en los últimos años que los padres busquen obtener la custodia o tener custodia compartida, en aproximadamente el 85% de los casos todavía sigue siendo la madre a quien se le concede la custodia (Bogolub, 1997).

En todo caso, Gardner (1992c) plantea la teoría de que las madres tienen miedo de la posibilidad de que sus maridos puedan ganar la custodia y por tanto se involucran en “toda una serie de maniobras de exclusión”. Cuando éstas “no resultan tener éxito” acaban utilizando la “última arma” y hacen acusaciones de abuso sexual (p. 193). De ahí, según Gardner, que el cargo de abuso sexual se haga más bien tarde y no en las primeras etapas en las situaciones del síndrome de alienación parental.

Gardner (1992a) indica que las preocupaciones expresadas por la madre acerca del comportamiento del padre están basadas en los siguientes factores notables: deseo de mantener el vínculo psicológico primario, furia de la mujer despreciada, disparidad económica, inducción a reacción y proyección. Alega también que las manipulaciones de exclusión pueden incluso anteceder al rompimiento marital y observa que hay una relación entre la sobreprotección maternal y el síndrome de alienación parental. Los papeles de estos factores requieren una explicación más profunda.

En este mismo orden de ideas, el mantenimiento del vínculo psicológico primario se deriva del “’instinto maternal’ proverbial”. Cuando una disputa por custodia amenaza este vínculo, la madre recurre a un programa de “difamación” del padre (Gardner, 1992a, p.121).

La dinámica que Gardner (1992a) denomina la furia de la mujer despreciada se explica de la siguiente manera: La madre no se puede desquitar directamente del padre por divorciarse de ella porque éste no se encuentra allí. Lo hace, entonces, de manera indirecta tratando de privarlo de “sus más atesoradas posesiones: los hijos/las hijas” (p. 122).

El papel de la disparidad económica hace referencia al resentimiento de la madre porque no sólo se deteriora su situación económica con el divorcio, sino que la suya se deteriora más que la del padre. Además, debido a que ella no puede pagar abogados de mucho poder y muy costosos, como él, tiene que recurrir a programar al niño/la niña para que odie a su papá con el fin de asegurar la custodia (Gardner, 1992a, p. 122).

Gardner (1992a) explica la función de inducción a reacción en dos maneras. Igual que en su papel en los niños y niñas, el odio es una forma de disfrazar el amor de la ex esposa. Sin embargo, la generación de reacción también opera en relación con los niños y las niñas. “El amor excesivo de las madres con frecuencia es una fachada para cubrir su acentuada hostilidad“ (p. 124).

La proyección se manifiesta a menudo en la alegación de abuso sexual que Gardner (1992a) describe como “el acompañante común del síndrome de alienación parental”. Sostiene además que “muchas de estas acusaciones son concientes y deliberadas”. No obstante, en otras acusaciones,

[...] las fantasías sexuales ocultas y reprimidas de la madre se proyectan al niño/la niña y al padre. Al visualizar al padre teniendo una experiencia sexual con el niño/la niña, la madre satisface indirectamente sus propios deseos de ser la destinataria de esas solicitudes y actividades. (p. 126)

Más aun, Gardner (1992a) asevera que en algunos casos las manipulaciones excluyentes preceden al divorcio, incluso a veces aparecen desde el mismo nacimiento del hijo/la hija. Por ejemplo, la madre limita el papel del padre en el cuidado del niño/la niña. Este comportamiento de la madre puede surgir porque está involucrada en una competencia con el padre en la relación con el hijo/la hija o porque quiera aumentar su autoestima. Otra opción sería, en este mismo sentido, que ella pueda percibir al padre como un peligro para el niño debido a sus “propios deseos inconcientes de infligir daño al bebé” (p. 128).

Gardner (1992a) desarrolla este tema mucho más profundamente bajo la denominación de sobreprotección. Afirma que existe una superposición considerable entre la sobreprotección maternal y el desarrollo del síndrome de alienación paternal. La “madre sobreprotectora es una candidata de alto riesgo de programación del niño/la niña lo que puede acabar resultando en el síndrome de alienación parental (p. 131).

Por último, la campaña de la madre contra el padre del niño/la niña puede ampliarse y abarcar intentos de arruinarlo a él o a su reputación o de hacer que se le abra un enjuiciamiento de orden criminal. Más aún, aparte de hacer sus propias falsas declaraciones acerca de su comportamiento de abuso, “adiestra” a los hijos/las hijas para que también mientan con respecto a su padre (Gardner, 1992a, p. 193).

Proposiciones que sustentan el síndrome de alienación parental

Gardner (1991) sostiene que cree que “talvez el 95% o más” de todas las acusaciones de abuso sexual infantil son ciertas (p. 7). Más aún, opina que las “acusaciones de abuso sexual que se presentan en situaciones intrafamiliares tienen una alta probabilidad de ser verídicas. Piensa que el incesto es probablemente bastante común, en especial en las relaciones padre[o padrastro]-hija[o hija adoptiva]” (p. 3). Sin embargo, afirma estar convencido de que la amplia mayoría de las alegaciones en esta categoría [casos de divorcio con disputas por custodia] es falsa” (p. 4).

Gardner nunca explica de manera directa el motivo de su convicción. Tampoco, aparentemente, pareciera ver una contradicción entre su posición frente al incesto en familias intactas y el incesto en las familias en proceso de divorcio o que están ya divorciadas. Evidentemente Gardner no ha considerado que un resultado probable del descubrimiento de incesto es la decisión de la madre de divorciarse del padre infractor.

Aun cuando Gardner expone su opinión en el sentido de que las acusaciones de abuso sexual en el divorcio no son ciertas y explica la manera en que cree que se originan las falsas alegaciones, el lector puede tener aún preguntas al respecto. Se podrá estar preguntando cómo puede generar un relato detallado de abuso sexual un niño/una niña que no ha sido victimizado(a) sexualmente. Además, las explicaciones de Gardner pueden dejar al lector asombrado en cuanto a por qué un niño/una niña haría algo tan desmedido contra su padre. Finalmente, algunos lectores podrían albergar cierto escepticismo respecto a que tantas madres estén tan perturbadas y sean tan vengativas e insensibles respecto a las necesidades de sus hijos/hijas.

La comprensión de las perspectivas de Gardner acerca de la sexualidad y la naturaleza humanas de una manera más general podría ayudar al lector a entender el por qué sostiene sus concepciones. De nuevo, el centro está puesto sobre niños y niñas y adultos que hacen acusaciones de abuso sexual; el centro no es el acusado.

El niño/La niña. Gardner hace una serie de afirmaciones acerca de los niños y las niñas en general que considera explican las falsas acusaciones de abuso sexual hechas por éstos(as). Dichas características no son específicas de niños/niñas que presentan el síndrome de alienación parental.

Primero; los niños y niñas son “polimórficamente perversos” (Gardner, 1991, pp. 9-13; citado literalmente en Gardner 1992c, pp. 121-125). Manifiesta que “niños y niñas muestran casi todas las clases de comportamientos sexuales imaginables: heterosexual, homosexuales, bisexual y autosexual”. En su opinión, “el niño/la niña normal experimenta y muestra una amplia variedad de fantasías y comportamientos sexuales” (Gardner. 1991, p. 12; Gardner, 1992c, p. 124). Volviendo a citar a Gardner (1992c) “Una niña de cuatro años de edad, por ejemplo, puede abrigar, dentro de su conjunto de fantasías polimórficamente perversas, pensamientos de cierta clase de encuentros sexualizados con su padre” (p. 125). De ahí que, al explicar de qué manera los niños/las niñas hacen falsas acusaciones, Gardner considere los comportamientos y las afirmaciones sexuales, vistas como señales de posible abuso sexual por la mayoría de los profesionales que trabajan este tema (ver Faller, 1994, Friedrich, 1990), como características de niños y niñas normales y por tanto no abusados(as)”[2].

Gardner (1992c) agrega que cuando los niños son sorprendidos en comportamientos sexualizados interiormente generados por sus propios deseos y conocimientos, pueden acabar inculpando a otros: “Papi me hizo hacerlo” (p. 126). Adicionalmente, si su reacción inicial de inculpar a un hermano no atrae la atención y apoyo deseados, podrían implicar entonces a un adulto (p. 126).

No obstante, Gardner (1991) no cree que la sexualidad infantil sea completamente auto-generada, puede darse también por estar expuestos(as) a programas, libros y cintas sobre prevención de abuso sexual. Para él éstos enseñan a los niños y niñas acerca de contactos buenos y malos. Según Gardner la confrontación con dichos conceptos lleva a fantasías acerca de tocar. Por ello, el material de prevención del abuso sexual puede causar una falsa alegación de abuso sexual.

Gardner (1991) considera que también la exposición a la sexualidad que satura los medios de comunicación juega un papel en este tema. Hace referencia a la “profanidad” y el “vulgarismo” presentes en MTV, en películas catalogadas como R (para mayores de edad) y en la música rock (p. 19). A pesar de que el conocimiento de la profanidad no es el mismo que el sexual, las películas de clasificación X y los videos caseros pornográficos que también menciona sí contienen actos sexuales (p. 20).

Aparte de ser polimórficamente perversos(as) y de estar influenciados por material sexual, los niños y las niñas también son “malos”, según Gardner. Por ejemplo, escribe, “Lo sorprendente es el grado de sadismo que muchos de estos niños y niñas pueden mostrar. En muchos de esos casos me ha sorprendido lo que considero la crueldad innata de esos niños(as)” (Gardner, 1992c, pp. 119-120). Se refiere aquí a niños y niñas que manifiestan haber sufrido abuso sexual.

Los acusadores. Gardner (1991) no sólo piensa que los niños son polimórficamente perversos, sino también los adultos (p. 25). Cree que “todos nosotros tenemos cierta pedofilia dentro de nosotros” (p. 26).

Cada vez que los acusadores hacen una acusación es muy probable que estén creando una imagen visual interior del encuentro sexual. Con cada repetición mental los acusadores complacen el deseo involucrándose en actividades en las que los perpetradores están inmersos en la imaginación visual. (p. 25)

Más aún, algunas personas están más afectadas por la pedofilia que otras y por ello necesitan ser más complacientes con un mayor número de fantasías de actos sexuales con niños(as). Estas personas son más propensas a inventar “casos de falso abuso sexual” (Gardner, 1991, p. 26). Tales dinámicas se ajustan no solo a las madres que hacen cargos de abuso sexual contra sus ex esposos, sino también a otras personas. Por ejemplo, esto es lo que ocasiona que los padres expresen la creencia de que sus hijos/hijas han sufrido abuso sexual cuando son cuidados en el día. Gardner (1991) afirma que “la vasta mayoría de las acusaciones” contra los cuidadores en la atención diaria son falsas pero que el “abuso sexual infantil es un fenómeno común en los colegios internados, orfanatos y otras instituciones en las que los niños conviven con adultos” (p. 4). Igual que en sus posiciones acerca de diversas manifestaciones de incesto padre-hijo(a), existe un grado de contradicción en este punto que Gardner no parece reconocer.

El problema de las falsas acusaciones motivadas por la generación de gratificación infantil y por medio de terceras partes no está limitado a los padres. Gardner cree que estas dinámicas también operan entre profesionales que están involucrados en la investigación, el tratamiento y el litigio de casos de abuso sexual, a quienes llama “validadores”, lo que para él constituye un término peyorativo. Además de satisfacer sus necesidades sexuales haciendo falsas alegaciones de abuso sexual, también están motivadas por la codicia. En este orden de ideas ellos ganan dinero al probar y tratar casos de abuso sexual[3]. Según Gardner (1991, 1992c) estas personas tienen una educación y una formación pobres. Para él, su incompetencia y el uso de técnicas defectuosas y deficientes llevan a que cientos de niños y niñas aleguen falsamente o afirmen victimización sexual.

Estrategias para establecer la presencia del síndrome de alienación parental

Aun cuando no es el enfoque primordial de este artículo, dos metodologías propuestas por Gardner para evaluar las acusaciones de abuso sexual que son utilizadas usualmente para probar la existencia del síndrome de alienación parental serán objeto de una breve discusión.

Escala de Legitimidad del Abuso Sexual (Sexual Abuse Legitimacy Scale, SALS, sus iniciales en inglés). La SALS ha sido utilizada por Gardner y otros que están de acuerdo con sus propuestas, en conjunción con el síndrome de alienación parental. De hecho, para Gardner (1992c) la presencia de una disputa por custodia y la del síndrome de alienación parental son dos factores en la SALS que indican una alta probabilidad de que la acusación de abuso sexual sea falsa.

A pesar de que Gardner (1992c) manifiesta que la SALS es extensamente aplicable, el hecho de que los 84 factores incluidos en ella se refieren al niño/la niña, la madre (acusadora) y al padre (acusado de abuso sexual) indican que su foco primario está centrado en el incesto padre-hijo(a). Más aún, los factores relacionados con la madre, como “la utilización de manipulaciones excluyentes” (p. 191), “programación directa del niño/la niña en los terrenos del abuso sexual” (p. 193), “la contratación de los servicios de un(a) abogado(a) o de un profesional ‘armados por contrato’” (p. 196), un “historial de intentos por destruir, humillar o infligir venganza contra el acusado” (p. 199) y “paranoia constituyen parte integral de la definición de Gardner del síndrome de alienación parental. Un examen más profundo de los 84 factores en la SALS muestran que su función primordial es diagnosticar el síndrome de alienación parental.

Cuando Gardner publicó por primera vez la SALS los factores se discriminaban en (a) criterios de bastante diferenciación, (b) criterios de moderada utilidad y (c) criterios de diferenciación de utilidad baja pero potencialmente mayor. La SALS fue publicada como un instrumento separado y contenía valores numéricos asignados a cada factor. Un registro alto indicaba el aumento de probabilidad de abuso sexual. Gardner pedía a los usuarios de esta herramienta que fueran conservadores cuando se tratara de atribuir puntos indicativos de abuso sexual y afirmaba que un registro del 50% del máximo “permite una alta inferencia de la existencia de abuso sexual”. Unos resultados del 10% del máximo, según Gardner, significan que la acusación es falsa (Gardner, 1987, 1989).

Debido a que la SALS no ha sido validada y a que, de hecho, no ha sido objeto de ningún tipo de investigación, también porque se ha basado en las presunciones de Gardner en cuanto a que los procesos de divorcio y su lenguaje carecen de neutralidad, ha sido objeto de críticas considerables (por ejemplo, Berliner y Conte, 1993; Faller, Olafson y Corwin, 1993). Finalmente Gardner (1992c) acabó rechazando las cifras pero no los factores (pp. xxxiv-xxxv). La SALS, como publicación aparte, ya no se encuentra listada en el catálogo de Creative Terapeutics, la empresa impresora de Gardner. Su última reproducción, que aparece en True and False Accusations of Child Sex Abuse (1992c) [Verdaderas y falsas acusaciones de abuso sexual infantil], no es una escala numérica. Más bien se trata de un listado de 84 factores, 30 referentes al niño/la niña, 30, a la madre y 24, al padre[4].

Protocolos de evaluación de abuso sexual. El libro de Gardner de 1995, titulado Protocols for Sex-Abuse Evaluation [Protocolos para la evaluación del abuso sexual], es una extensión de la SALS, aunque el término Sexual Abuse Legitimacy Scale no aparece en el libro. De esta manera, a los protocolos del alegado(a) niño(a) víctima, el acusado padre –el hombre- (usualmente el padre) y el padre acusador (habitualmente la madre) en los casos intrafamiliares, añade tres nuevos protocolos: el padre acusado –la mujer-, el padre acusador (usualmente la madre) en casos extrafamiliares, y la víctima/acusadora tardía femenina adulta (también conocida como el adulto sobreviviente de abuso sexual).

El libro de Gardner (1995) también representa un cambio; se pasó de atribuir las falsas alegaciones a la perversidad polimórfica del niño/la niña y de otros, a culpar a (a) la histeria por el abuso sexual (pp. 26-28; retomada literalmente en las pp. 332-336 y (b) “los interrogatorios y la ‘terapia’” (p. 29). De acuerdo a ello, los interrogatorios problemáticos y la “terapia” resultan convirtiéndose en un “trauma de proceso legal/’terapia’”. Dicho trauma es instigado por “uno o más de los siguientes actores: policía, detectives, fiscales, trabajadores sociales, ‘validadores’, defensores de menores, psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales [sic], ‘terapeutas’ (frecuentemente con su estilo propio y sin licencia), abogados, cuidadores at-litem [sic]*, jueces y, lamentablemente, padres” (p. 29). Gardner ha desarrollado una serie de lapsos de tiempo más bien complejos que han de implementarse al diferenciar si los síntomas del niño/la niña se derivan de abuso o de “proceso legal/’terapia’”. Tales lapsos le son mostrados al niño/la niña para que determine cuándo comenzaron sus síntomas.

A pesar de de la sustitución del término Protocolos de evaluación del abuso sexual por SALS, de la ampliación del número de actores involucrados y del modesto cambio a simplemente “culpa”, legalmente todos los factores SALS están comprendidos en los Protocolos y el síndrome de alienación parental figura de manera prominente en éstos como una señal de que la acusación de abuso sexual es falsa (Gardner, 1995, pp. 316-317). De los 30 factores relativos a la madre acusadora en la SALS 28 se encuentran en los 32 factores correspondientes a la madre acusadora en los casos intrafamiliares de los Protocolos (Gardner, 1995, pp. 265-328). De manera similar, todos los 24 “indicadores de pedofilia en el hombre” (el padre acusado) se encuentran en el mismo orden y están expresados idénticamente en el capítulo “Evaluation of the Accused Male” [Evaluación del hombre acusado] en el libro de Gardner de 1995. Se añaden dos; “utilización de seductividad” [sic] y “víctimas numerosas” (Gardner, 1995, pp. 193-233). Por último, 29 de los 30 factores concernientes a la alegada víctima infantil están presentes en los Protocolos, pero hay 33 factores adicionales, que suman un total de 62. Los factores adicionales son principalmente técnicas para entrevistar niños y niñas, igual que el uso del juego de muñecas y los dibujos, así como los síntomas de trauma, como la disociación y la preocupación por el trauma (Gardner, 1995, pp. 56-157).

Gardner (1995) proporciona tanto preguntas para evaluar cada uno de estos factores como una guía acerca del significado de los resultados en cuanto a la veracidad o la falsedad de la alegación. Cada factor se califica con V (verdadero), F (falso) o E (equívoco, si el evaluador no puede hacer una determinación).

RESULTADOS DE LAS INVESTIGACIONES

Gardner no suministra ninguna clase de resultados de investigaciones para probar sus afirmaciones sobre las características y las dinámicas propuestas del síndrome de alienación parental. Cuando Gardner da porcentajes, como que el 90% de los falsos acusadores son mujeres, y hace aseveraciones, como que la amplia mayoría de las alegaciones de abuso sexual durante el divorcio son falsas, no presenta estadísticas o referencias a literatura profesional para sustentar tales enunciaciones. Antes bien, manifiesta estar convencido de que un resultado particular es un fenómeno extendido. Hace esta afirmación, por ejemplo, al referirse a su creencia de que las terapeutas, que u odian a los hombres o son paranoicas, hacen parte de la folie à trois con las madres y contribuyen en su campaña de difamación y venganza contra los padres (Gardner, 1992a, p. 147).

Es importante observar una consecuencia del hecho de que Gardner publica la amplia mayoría de sus trabajos él mismo. Su propia editorial, Creative Therapeutics, sólo publica su material y ninguna obra de otros escritores. Estas selecciones están basadas en aproximadamente 100 de sus cátedras, libros, manuales, juegos, videos y cintas de audio (Gardner, 1996). Esto significa que su trabajo no tiene que estar sometido a los estándares de la revisión de sus colegas. De ahí que sus ideas no sean evaluadas por otros conocedores del campo antes de aparecer impresas.

Más aún, Gardner pareciera tener muy poca estima por la investigación en este campo. En Sex Abuse Hysteria: The Salem Witch Trials Revisited (1991) [La histeria del abuso sexual: De nuevo los juicios de las brujas de Sálem] dice “El término ‘prueba científica’ no es aplicable en la mayoría de los casos discutidos aquí”; y a continuación se refiere a la práctica acostumbrada y aceptada de citar la sustentación de opiniones profesionales en la literatura existente como “apuntalamiento ostentoso” (p. 2).

Sin embargo, existe un conjunto de investigaciones relevante para algunas de las teorías de Gardner. Los resultados de investigaciones que son relevantes para el tema de las falsas alegaciones de abuso sexual en procesos de divorcio, la perversidad polimórfica de niños y niñas, el papel de los programas preventivos y los estímulos sexuales del medio ambiente y la perversidad polimórfica de adultos se tratarán en la siguiente sección.

Resultados en investigaciones relevantes para el síndrome de alienación parental

Hay todo un conjunto de literatura sobre falsas acusaciones de abuso sexual en procesos de divorcio (Para una revisión crítica de estos estudios ver Faller et. al., 1993). Es sorprendente que ninguno de estos trabajos esté referenciado en el libro de Gardner (1992a) The Parental Alienation Syndrome, aunque la mayoría de tales estudios preceden a su publicación. De hecho, este libro de casi 350 páginas tiene tan solo 60 referencias, 18 de las cuales aluden a sus propios escritos. Gardner publicó su primer libro sobre el síndrome de alienación parental en 1987 y pareciera que incorporó o consideró muy poco de los trabajos realizados desde entonces en su libro de 1992, también sobre dicho tema. Éste solamente contiene cuatro referencias posteriores a 1987, aparte de las correspondientes a sus propias obras: una es un artículo de periódico, la segunda, una comunicación personal, la tercera consiste en una definición de un diccionario y la cuarta es un artículo publicado en Accusations of Child Abuse [Acusaciones de abuso infantil], una revista sin aval profesional publicada por Ralph Underwager. Su libro de 1995 está mejor referenciado pero ignora un vasto conjunto de investigaciones recientes sobre la memoria y la sugestibilidad infantiles, sobre recuerdos reprimidos y sobre abuso sexual infantil en un marco más general.

La investigación acerca de falsas acusaciones de abuso sexual en procesos de divorcio contiene resultados concernientes a las siguientes afirmaciones de Gardner: que el 90% de los casos de disputa por custodia muestran la presencia del síndrome de alienación parental; que la amplia mayoría de las alegaciones en divorcio son falsas, así como que el 90% de las acusaciones son hechas por madres y que dichas acusaciones son hechas por difamación (Faller et al., 1993).

Al revisar esta investigación es importante prestar atención a los siguientes temas: (a) tamaño de la muestra, (b) sesgo de la muestra y (c) cómo se determina una falsa acusación (Faller et al., 1993). Muchos estudios contemplan pocos casos y/o vienen de las prácticas de aquellos que hacen informes sobre éstos, lo que produce sesgos: Benedek y Schetky (1985): 18 casos; Green (1986): 11 casos; Kaplan y Kaplan (1981): 1 caso y Schuman (1986): 7 casos. Además, las definiciones de falsas alegaciones en estos casos se derivan de opiniones de los mismos clínicos que los conducían. Debido a tales limitaciones se debe dar menos peso a estos estudios que a aquéllos con un mayor número de casos, menos sesgo y con definiciones consensuadas de acusaciones verdaderas o falsas.

El síndrome de alienación parental –y las alegaciones acompañantes de abuso- es muy común en las disputas por custodia. Gardner (1992a) dice que “la frecuencia de falsas acusaciones [de abuso sexual] es considerablemente alta” cuando está presente el síndrome de alienación parental (p. 126). Como ya se anotó anteriormente, Gardner encuentra el síndrome de alienación parental presente en el 90% de las disputas por custodia.

Thoennes y Tjaden (1990) y Thoennes, Pearson y Tjaden (1988) examinaron 9.000 casos de cortes de relaciones de familia relacionadas con disputas por custodia o por visitas. Estos casos son de 12 jurisdicciones en los Estados Unidos. De estos 9.000 casos, el 1,9% (169 casos) contenían acusaciones de abuso sexual. Obviamente ésta es una muestra mucho más representativa de casos de disputa por custodia que aquellas que ve Gardner en su consulta privada. A pesar de que esta investigación no habla directamente de la presencia del síndrome de alienación parental, el tan bajo número de disputas por custodia que comprenden acusaciones de abuso sexual (la mitad de las cuales fueron falladas como tales) sin duda minan la aserción de Gardner (1991) de una extendida presencia de falsas alegaciones de abuso sexual como parte del síndrome de alienación parental.

La amplia mayoría de las acusaciones de abuso sexual en pleitos de divorcio son falsas. Ninguna de las investigaciones sustenta la opinión de Gardner (1991, 1992c) de que la amplia mayoría de las acusaciones en procesos de divorcio es falsa. El estudio que más se acerca es el de Benedek y Schetky (1985) que comprendía 18 casos, 10 de los cuales fueron considerados por ellos como falsos. No obstante, la muestra no sólo es más bien pequeña, sino que cuatro de los casos no involucraban disputas por custodia relacionados con divorcio. Adicionalmente, Benedek manifestó que debido a que con frecuencia ella sirve de testigo perito en esos casos y a que no quiere apoyar perpetradores reales, revisa el material de los casos antes de aceptar ser la experta y rechaza el caso si considera que la acusación es falsa (ver Morgan vs. Foretich, Foretich & Foretich, 1987). Esta práctica selecciona acusaciones de abuso sexual verdaderas; por tanto, los resultados de este estudio no pueden ser representativos de las proporciones reales de acusaciones verdaderas o falsas en procesos de divorcio. Otros estudios establecen una tasa de falsas acusaciones de cerca de un tercio o menos (Faller, 1991, Faller & DeVoe, 1995; Green, 1986; Jones y Seig, 1988; Paradise, Rostain y Nathanson, 1988; Thoennes y Tjaden, 1990).

Dos estudios con muestras grandes, el de Thoennes y Tjaden (1990) y el de Faller y DeVoe (1995), ilustran el impacto de la definición de falsas acusaciones en los resultados. Utilizando como medida de la veracidad de la alegación la disposición de servicios de protección infantil y/o la opinión de un evaluador asignado por la corte, Thoennes y Tjaden (1990) establecieron que en un tercio de los casos era improbable, en la mitad, probable y en el restante, incierta.

Faller y DeVoe (1995) investigaron 215 acusaciones de abuso sexual observadas en una clínica multidisciplinaria de naturaleza universitaria. La determinación de este equipo de expertos se utilizó para definir la probabilidad de la acusación. Un porcentaje alto mostró ser probable, el 72,6%, el 20% se consideró improbable y el 7,4%, incierto. Estas cifras son similares a las de Jones y Seig (1988), que tenían una muestra menor, 20 casos, pero que implementaron un procedimiento multidisciplinario similar para la toma de decisiones. En su estudio se estableció que el 70% era probable, el 20%, improbable y el 10%, incierto.

Se podría también sostener que los equipos multidisciplinarios tienen la oportunidad de evaluar las acusaciones de abuso sexual de una manera más profunda que los expertos en protección infantil, que tienen altas cargas de casos, o que los expertos asignados por las cortes, que pueden estar valorando una variedad de cuestiones. Adicionalmente, los equipos multidisciplinarios tienen las ventajas de que “dos o más cabezas son mejores que una sola” y de que cuentan con una mayor experticia que tanto los empleados de los servicios de protección infantil, con su alta tasa de rotación de personal, como los expertos de las cortes, cuyas competencias están más en el campo de las decisiones de custodia y/o visitas que en abuso sexual.  Por tanto, las altas tasas de casos probables establecidos por Falleer y DeVoe (1995) y por Jones y Seig (1988) pueden ser más precisas que las arrojadas por el estudio de Thoennes y Tjaden (1990), cuya muestra fue mucho más representativa. De ser así, entonces las afirmaciones de Gardner (1991) en cuanto a que la gran mayoría de estas acusaciones eran falsas son mucho menos congruentes con los resultados de las investigaciones.

De las falsas alegaciones en procesos de divorcio, el 90% son hechas por madres contra padres.  La mayoría de los estudios evalúa más a quién se acusa que al que hace la acusación. También observan los casos que han sido fallados como verdaderos, de igual forma que a los que han resultado ser falsos. Un estudio que sí observó el papel del acusador fue el de Benedek y Schetky (1985). En su informe mostraron que en 9 de los 10 casos que consideraban de falsa alegación, la madre era quien había hecho la acusación. Sin embargo, como ya se dijo arriba, su muestra era pequeña por lo que no se pueden deducir generalizaciones de dicho estudio. La investigación de Thoennes y Tjaden (1990) arrojó que el 67% de las 169 alegaciones estudiadas fueron hechas por madres y que el 28%, por padres. Menos de la mitad de los casos eran alegaciones de madres contra padres. Cuando los investigadores examinaron la proporción de los informes de las madres que resultaron improbables, descubrieron que era el 33%, el mismo porcentaje de toda la muestra (Thoennes et al., 1988, p. 7 de las tablas).

Obviamente, el género de los demandantes y de los alegados infractores tiene que ser interpretado a la luz del conocimiento actual del género del agresor. La gran mayoría de los abusadores sexuales son hombres.

Las madres se inventan concientemente falsas alegaciones o están desvariando. Aun cuando los investigadores puedan concluir que una acusación de abuso sexual no es cierta, muy pocos han examinado la etiología de las falsas alegaciones. Benedek y Schetky (1985) dieron diagnósticos psiquiátricos, usualmente paranoia, a los adultos que consideraron que habían hecho falsas acusaciones. También presentaron observaciones acerca de las motivaciones del acusado. En sus reportes esgrimieron las siguientes tres motivaciones: deseo de sacar a sus ex esposos de sus vidas, deseo de difamación, y “gritar que el lobo llegó”. No obstante, estas dos diferentes etiologías no están integradas en el artículo y la serie de motivaciones parece más impresionista que científica.

Thoennes y Tjaden (1990) examinaron las historias en sus casos para verificar si los profesionales que producían las opiniones daban una explicación de sus etiologías. Había información relevante en 58 de los 169 casos. Establecieron 8 casos en los cuales los problemas psicológicos del acusador causaron la acusación. No indican quién llevó a cabo estos informes. En la muestra de Faller y DeVoe (1995) de 215 casos, 10 parecen ser falsas alegaciones calculadas. De éstas, seis fueron hechas por hombres. Sin embargo, un solo hombre había hecho cuatro del total de las acusaciones.

De nuevo, los resultados de las investigaciones de muestreo grande, con metodología definida no sustentan la aseveración de Gardner de que un gran número de madres (u otros) en proceso de divorcio hacen falsas alegaciones bien sea por planificación o porque están mentalmente enfermas.

Resultados de investigaciones relevantes en cuanto a la perversidad polimórfica infantil

Gardner (1992c) basa sus aseveraciones de que los niños y niñas son polimórficamente perversos(as) y capaces de generar fantasías sexuales sin haber tenido experiencias de este tipo, en la teoría freudiana de la sexualidad infantil. Afirma que está de acuerdo con Freud en cuanto a que niños y niñas tienen fantasías, pero no piensa que las fantasías sólo involucran el coito. Según su concepción, especialmente cuando los niños y las niñas más pequeños las tienen, sus deseos pueden implicar el tocarse varias partes del cuerpo con otras partes (p. 125). Las afirmaciones de Gardner acerca de la perversidad polimórfica infantil se considerará desde tres perspectivas: la evolución de y las consideraciones contemporáneas sobre la teoría de Freud de la sexualidad infantil, la investigación sobre el comportamiento sexualizado infantil y los criterios utilizados para sustentar establecimiento de abuso sexual.

La teoría de Freud sobre la sexualidad infantil. Una consideración de la evolución de la teoría freudiana y las visiones actuales acerca de ella son ilustrativas al determinar la validez de esta explicación del comportamiento sexualizado y del conocimiento sexual. Como Freud psicoanalizaba mujeres jóvenes con histeria, estableció que estaban relacionadas con historias de victimización sexual en la infancia. Concluyó que la etiología de la histeria era una experiencia de abuso sexual en la infancia. Fue severamente criticado por sus colegas y finalmente modificó su teoría. No está claro hasta qué punto su incapacidad de creer que el incesto podía estar tan extendido y/o las preocupaciones acerca del incesto en su propia familia habrán llevado a este cambio de idea (Masson, 1987). No obstante, se retractó de su antigua creencia en el papel crucial de la victimización sexual. Decidió entonces que no era incesto verdadero sino fantasías o deseos incestuosos que le contaban sus pacientes mujeres. Por ello lo que Freud inicialmente consideraba un fenómeno derivado de los comportamientos de los adultos devino en la consecuencia de los pensamientos de los niños y las niñas.

Recientes avances en el conocimiento acerca de la prevalencia del abuso sexual y su impacto han llevado a los profesionales a reconsiderar las teorías de Freud. Se estima que 1 de cada 3 o 4 mujeres, y 1 de cada 6 a 10 hombres han sufrido de abuso sexual durante su infancia (Faller, 1990). Una visión mucho más ampliamente sostenida que la propuesta por Gardner es que Freud tenía razón en su primera instancia y que se equivocó en sus revisiones (por ejemplo, Faller, 1988a; Hermann, 1979; Masson, 1987; Miller, 1984; Rush, 1977; Ward, 1985).

Investigaciones sobre conocimiento sexual de niños y niñas y comportamiento sexualizado. En muchos de sus escritos (por ejemplo, sus libros de 1991 y de 1992) Gardner indica que las expresiones y los comportamientos sexuales en niños y niñas no constituyen indicios de victimización sexual. Por ejemplo, argumenta, “cada niño(a) es propenso a tener una lista ‘favorita’ de actividades sexuales que le producen interés y placer” (Gardner, 1991, p. 12). Afirma más aún que las personas que consideran que expresiones que indican pensamientos o conocimiento sexuales y comportamiento sexualizado “prueban” que los niños han sido abusados sexualmente, han causado enormes daños a muchos individuos realmente inocentes, incluso hasta llevarlos a largas sentencias de prisión” (Gardner, 1991, p. 13). En su libro de 1995, su posición cambió en cierto modo. Dice que en falsas alegaciones el niño incorpora fantasías de actividades sexuales que son absurdas o que carecen de sentido (para el agresor) y para ilustrar cita que si un niño/una niña que alega que el agresor puso su pene en su boca sin moverlo ello presenta la muestra de una falsa alegación (p. 61)[5].

Una opinión de que el conocimiento sexual avanzado y el comportamiento sexual explícito pueden ser autogenerados no tiene soporte en ningún resultado de las investigaciones. No todos los niños y niñas víctimas de abuso sexual muestran comportamiento sexualizado ni manifiestan un conocimiento sexual avanzado. Además, los niños y las niñas pueden aprender acerca del sexo de fuentes diferentes a la victimización sexual, un resultado que se discutirá más adelante. Sin embargo, el comportamiento sexualizado es la marca más factible para diferenciar a niños(as) abusados(as) de no abusados(as) (Friedrich, 1994). Por ejemplo, Waterman y Lusk (1993) documentan sobre 11 estudios en los cuales se utilizó la Lista de Verificación del Comportamiento Infantil de Achenbach (CBCL, por sus siglas en inglés) para comparar niños y niñas que revelaban abuso sexual y niños sin esta historia. Los niños y niñas sexualmente abusados presentaban registros significativamente más altos en la subescala de Problemas sexuales de la CBCL que aquellos que no habían sufrido de abuso.

Friedrich, de la Clínica Mayo, es el investigador que con mayor profundidad ha explorado el tema del comportamiento sexualizado. A lo largo de un lapso de años ha desarrollado una medida estandarizada, el Inventario de Comportamiento Sexual Infantil (CSBI, por sus siglas en inglés) que de manera confiable diferencia niños y niñas, entre 2 y 12 años, con una historia de abuso sexual, de niños y niñas sin historia de abuso sexual (Friedrich, 1990, 1993, 1994). Friedrich y sus colegas han dirigido un número de estudios comparando los resultados de CSBI para niños y niñas con una historia de abuso sexual y aquellos y aquellas que no la tienen con niños y niñas de diversos sitios en los Estados Unidos. El instrumento continúa siendo afinado (Friedrich et al., 1996a, 1996b).

Los siguientes datos son ilustrativos de los resultados referentes a las bajas tasas de comportamiento sexualizado en niños y niñas sin una historia de abuso sexual: Los cuidadores reportaron que menos del 1% de los niños y niñas ponía sus bocas en las partes sexuales de otros y la tasa equivale a cero en niños y niñas entre los 7 y los 12. De manera similar, menos del 1% de los niños y niñas no abusados pidió a otros que se involucraran en actos sexuales (Friedrich, Grambsch, Broughton, Kuiper y Beilke, 1991; Friedrich et al., 1996b). Contrario a ello, una minoría trascendental de niños y niñas con historia de abuso sexual se involucran en este tipo de comportamientos.

Estudios realizados con muñecos anatómicos (desaprobados por Gardner, ver Gardner, 1995, p. 158) también sustentan la importancia del comportamiento sexualizado como una característica de los niños y niñas abusados sexualmente. Estos estudios son de dos tipos: aquellos que evalúan la reacción de los niños y niñas que no han sufrido abuso sexual frente a los muñecos anatómicos (Boat y Everson, 1994; Everson y Boat, 1990; Sivan, Schor, Koeppl y Nobel, 1988) y aquellos que comparan las respuestas a los muñecos por parte de niños y niñas con una historia de abuso sexual frente a niños y niñas que no lo han sufrido (August y Foreman, 1989; Cohen, 1991; Jampole y Webber, 1987; White, Strom Santilli y Halpin, 1986). Los estudios hechos a niños y niñas no abusados por lo general indican que los muñecos anatómicos no generan comportamientos sexuales explícitos en niños y niñas sexualmente ingenuos, pero que, como se expondrá más adelante, sí sirven de estímulo a niños y niñas que tienen conocimiento sexual. Los estudios comparativos de niños y niñas abusados(as) frente a los no abusados(as) muestran por lo general que los abusados(as) tienden más a presentar comportamiento sexual explícito con los muñecos anatómicos que los no abusados(as). No obstante, no todos los niños y niñas que han sufrido abuso sexual lo hacen y en algunas investigaciones un número reducido de niños y niñas sin diagnóstico de abuso sexual mostraron comportamiento sexual con los muñecos (Cohen, 1991; Jampole y Webber, 1987).

Criterios para fundamentar la presencia de abuso sexual. Un número de investigadores y clínicos que trabajan en el campo del abuso sexual han desarrollado o han estudiado estrategias para determinar si un niño/una niña ha sido abusado(a) sexualmente (Conte, Sorenson, Fogarty y Dalla Rosa, 1991; Faller, 1988b; Jones y McGraw, 1987; Raskin y Esplin, 1991). Faller (1994) revisó once de estos trabajos discriminando las cosas en común y las diferentes entre los criterios presentados por los distintos autores para la toma de decisiones. De destacar en ello es que todos once incluyen la descripción de abuso sexual que hace el niño/la niña como un indicador positivo de abuso sexual (Benedek y Schetky, 1987; Conte et al., 1991; Corwin, 1988; De Young, 1986; Faller, 1988b; Heimann, 1992; Jones y McGraw, 1987; Klajner-Diamond, Wehspann y Steinhause, 1987; Raskin y Esplin, 1991, Sgroi, 1982; Sink, 1988). Además, ocho incluyen detalles acerca del abuso sexual (De Young, 1986; Faller, 1988b; Heimann, 1992; Jones y McGraw, 1987; Klajner-Diamond, Wehrspann y Steinhauer, 1987; Raskin y Esplin, 1991; Sgroi, 1982; Sink, 1988); también ocho de éstos contemplan conocimiento sexual avanzado (Benedek y Schetky, 1987; Conte et al., 1991; Corwin, 1988; Faller, q988b; Heiman, 1992; Jones y McGraw, 1987; Raskin y esplin, 1991; Sgroi, 1982) y por último, cinco contienen comportamiento sexualizado como lo informan otros (Conte et al., 1991; Corwin, 1988; Heiman, 1992; Jones y McGraw, 1987; Klajner-Diamond er al., 1987; Sgroi, 1982) como indicadores de victimización sexual.

De ahí que pareciera que los expertos en abuso sexual no están de acuerdo con la aserción de Gardner (1991) de que las manifestaciones sexuales y el comportamiento sexualizado son características de niños y niñas no abusados y que pueden ser generados espontáneamente por las fantasías sexuales.

Resultados de investigaciones relacionadas con falsas alegaciones, programas preventivos y la “ubicuidad de estímulos sexuales ambientales” (Gardner, 1991, pp. 19-20)

Como se anotaba anteriormente, Gardner cree que los programas de prevención contra el abuso sexual y el material sexual en los medios de comunicación pueden originar falsas alegaciones de abuso sexual. Como con otras aseveraciones tampoco aquí presenta documentación correspondiente. Más bien, Gardner hace la conjetura de que el impacto de los programas de prevención consiste en que generan fantasías de tocarse las partes privadas y, posteriormente, acusaciones por parte de los receptores de dichos programas que hacen los adultos con ellos. Otros que han manifestado preocupación acerca de los programas de prevención han visto el riesgo de una manera un tanto distinta. Estos últimos se preocupan de que los niños y niñas asuman que toda forma de tocarse los genitales es “un tocarse indebido” y que vayan a asumir equivocadamente que el contacto que se da como parte del cuidado infantil o el cuidado médico es abuso sexual. Con el fin de evitar esto muchos programas preventivos señalan tales excepciones.

Hasta el momento las evaluaciones de los programas preventivos de abuso sexual no muestran que éstos sean fuente de falsas alegaciones de abuso sexual (Kolko, 1988; Wurtele y Miller-Perrin, 1992). Sin embargo, dichos programas podrían generar revelaciones de lo que acaba definiéndose como casos reales de abuso sexual (Hazzard, Webb, Kleemeier, Angert y Pohl, 1991; Plummer, 1986; Wurtele y Miller-Perrin, 1992).

Gardner tiene razón en cuanto a que hay mucho más material sexual en los medios de comunicación del que había en el pasado, también existen hoy más clases de medios (por ejemplo la televisión y los videos). De hecho, los niños y las niñas pueden aprender acerca del sexo a través de estas fuentes, así como de la observación de actos sexuales, de comunicación con sus compañeros y de los programas de educación sexual. El que algunos niños y niñas sin historia de abuso sexual muestren comportamiento sexualizado con muñecos anatómicos constituye una muestra de ello. En un estudio con muñecos anatómicos de 223 niños y niñas entre los 2 y los 5 años de edad sin historia de abuso sexual Boat y Everson presentaron los muñecos, los desvistieron y le pidieron a los niños y niñas “muéstrame lo que hacen los muñecos entre ellos”. De estos niños y niñas, el 6% demostró comportamiento de coito usando los muñecos. Ninguno de los niños y niñas de dos años de edad, pero aproximadamente un cuarto de los niños (varones) mayores de estratos socioeconómicos más bajos sí lo hicieron. Cuando los investigadores continuaron con los niños y niñas con conocimiento sexual se pudo establecer que habían estado expuestos al sexo pero no habían sido abusados (Boat y Everson, 1994; Everson y Boat, 1990).

Adicionalmente, las investigaciones indican que niños y niñas entre los 2 y los 12 años tienen curiosidad por las partes privadas del cuerpo y por las personas del sexo opuesto. Por ejemplo, Friedrich et al. (1991) hallaron que el 23% de los niños y niñas sin historia de abuso sexual estaban interesados en el sexo opuesto, el 28% de ellos trataban de ver a las personas cuando se desnudaban y casi el 31% tocaba los senos. De un modo similar, Rosenfeld y sus colegas establecieron que el 55% de los niños (varones) hasta la edad de 11 años y el 70% de las niñas habían tocado las partes privadas del padre del sexo opuesto al menos una vez (Rosenfeld, Bailey, Siegel y Bailey, 1986).

Se necesita hacer más investigación sobre el conocimiento sexual en niños y niñas no abusados sexualmente. Se ha iniciado el trabajo en este área (Gordon, Schroeder y Abrams, 1990; Philipps-Yonas, Yonas, Turner y Kauper, 1993) Sin embargo, uno de los retos consiste en construir estudios que incluyan material que pudieran conocer niños(as) que hayan sufrido abuso sexual pero que no conozcan aquellos y aquellas que no lo hayan padecido.

La mayoría de las guías para la evaluación de abuso sexual recomiendan a los entrevistadores explorar fuentes posibles de conocimiento y comportamiento sexuales diferentes al abuso y, en caso de encontrarlas, determinar cualquier relación entre conocimiento y alegaciones de abuso. No obstante, no se tiene documentación que fundamente la conclusión de que, porque los niños y niñas tienen conocimiento sexual, utilizarán esta información para hacer una falsa acusación de abuso sexual.

Los adultos experimentan incitación y gratificación sexuales cuando hacen falsas alegaciones de abuso sexual

Las consideraciones de Gardner acerca de la naturaleza pedofílica de todos nosotros, incluso los profesionales que trabajan con abuso sexual, y su opinión de que obtenemos gratificación sexual cada vez que consideramos los actos sexuales implicados en una alegación, son realmente asombrosos. Una asunción más generalizada consiste en que la exposición al abuso sexual tiene un efecto morigerador frente al deseo sexual. Recientemente tanto esta asunción como la posibilidad de que, para algunos, el involucrarse en el abuso sexual podía llevar a una respuesta sexual involuntaria e inapropiada, han sido tenidas en cuenta por profesionales que trabajan en el campo del abuso sexual (Bays y Bays, 1995; Maltz, 1992). Estos temas están comenzando a ser objeto de investigación. Bays y Bays (1995) están realizando dos estudios, el primero es una encuesta a 142 participantes en una conferencia de profesionales que trabajan en maltrato infantil y el segundo es con participantes a una conferencia sobre el trabajo con agresores sexuales (J. Bays, 1995).

Se dispone de documentación preliminar del primer estudio (Bays y Bays, 1995). Cerca de un cuarto de los encuestados eran varones, de una edad promedio de 40 años y con una media de ocho años de trabajo en el campo de la violencia sexual. A pesar de que, en promedio, estos profesionales reportaron disfrutar de una satisfacción moderada en su vida sexual, el 21% expresó tener problemas sexuales que los llevarían a remitir a un profesional a un cliente/paciente en tales circunstancias. Los investigadores preguntaron a los encuestados acerca de una serie de posibles efectos de trabajar en el campo del abuso sexual, por ejemplo, pensamientos intrusivos acerca de la violencia sexual. Considerando la mayor parte, los participantes del estudio no refirieron ningún cambio debido a su trabajo. Aun así, hay una tendencia en los encuestados que revelaron experimentar que aumentan sus fantasías sexuales intrusivas e involuntarias, así como un creciente miedo a la violación, una mayor sensibilidad a la violencia sexual y una disminución en el uso de recursos eróticos y objetos de juego sexual. Las mujeres son más propensas que los hombres a manifestar que el trabajar en este campo tiene un efecto negativo en su sexualidad. Por ello, los resultados hasta el momento no proporcionan ninguna fundamentación para las aserciones de Gardner (1991) en cuanto a que la gratificación sexual se asocia con la incitación y la escucha de descripciones de abuso sexual.

LA UTILIDAD DEL SÍNDROME DE ALIENACIÓN PARENTAL COMO SÍNDROME

En esta sección se discutirá acerca de la definición de los síndromes y su relación con el síndrome de alienación parental y la utilidad de este síndrome.

¿Qué clase de síndrome es el síndrome de alienación parental?

Un síndrome, tal cual está definido en El manual de diagnóstico y estadístico de desórdenes mentales (Asociación Americana de Psiquiatría, 1994), es “un conjunto de síntomas que ocurren al mismo tiempo y que constituyen una condición que puede identificarse”. Myers (1993) anota que existe una diferencia entre una enfermedad, cuya causa es muy seguramente conocida (por ejemplo, un virus) y un síndrome, cuya etiología es menos cierta pero que se asume que está presente cuando se establece un conjunto de síntomas. Más aún, sostiene que algunos síndromes son diagnósticos y otros no-diagnósticos.

Un síndrome es diagnóstico cuando los síntomas se relacionan directamente con una condición patológica. Myers (1993) pone como ejemplo el síndrome del bebé zarandeado, cuyos síntomas consisten en una multiplicidad de lesiones no accidentales en diversas etapas de la curación. La presencia de estas lesiones indican con bastante certeza que el niño/la niña ha sido zarandeado(a). Myers utiliza el término síndrome no-diagnóstico al hacer referencia a síndromes cuyos síntomas no están directamente relacionados con diagnósticos relevantes, y menciona como ejemplo el síndrome de adaptación al abuso sexual infantil: sus síntomas no muestran al profesional si el niño/la niña ha sufrido abuso sexual, sólo explican los síntomas si el niño ha sido abusado sexualmente. El síndrome de alienación parental es un síndrome no-diagnóstico; sólo explica el comportamiento del niño/la niña y la madre si el niño/la niña no ha sufrido abuso sexual.

La utilidad del síndrome de alienación parental para los profesionales de la salud mental y las cortes

Debido a que el síndrome de alienación parental es un síndrome no-diagnóstico es sólo útil para los profesionales de la salud mental al explicar la presentación de síntomas si ya saben de otras fuentes de información que la alegación de abuso es una falsa acusación hecha deliberadamente. El síndrome en sí no puede usarse para decidir si el niño/la niña ha sufrido de abuso sexual. Consecuentemente tiene muy poco valor probativo para que las cortes tomen decisiones acerca de la presencia o la ausencia de abuso sexual.

Investigadores y clínicos (por ejemplo Berliner, 1988; Faller, 1994; Jones y McGraw, 1987; Jones y Seig, 1988) que estudian las falsas alegaciones han sostenido que es extremadamente difícil tener certeza de que no haya ocurrido abuso sexual. La única manera de poder estar absolutamente seguros es cuando no se ha presentado la oportunidad de contacto sexual. Lamentablemente, con el incesto, tanto en las familias intactas como en las divorciadas, los adultos tienen muchas oportunidades de tener acceso a los niños/las niñas sin ser vistos. Éste es especialmente el caso en los divorcios cuando tanto el padre con la custodia como el que no la tiene puede pasar importantes períodos de tiempo a solas con sus hijos(as).

Un problema adicional del síndrome de alienación parental consiste en que literalmente cada síntoma definido por Gardner como evidencia de su presencia, y de los consecuentes falsos cargos contra el padre acusado, está abierto a interpretaciones opuestas. Por ejemplo, la afinidad de un niño/una niña por uno de sus padres y el desagrado por el otro puede tener toda una serie de causas. El niño/la niña puede preferir al padre que no lo(a) maltrata y ser hostil con el padre que sí lo hace. El niño/la niña puede sentirse abandonado(a) por el padre que no tiene la custodia y temer el abandono del otro padre. Estos sentimientos pueden acabar ocasionando rabia frente al primero y una fuerte catexis por el segundo.

De un modo similar, el comportamiento de la madre que Gardner describe como de difamación puede estar basado en abuso sexual real o en otro tipo de abuso y por tanto sería mejor decir que es un comportamiento protector. Otra alternativa sería que ella puede creer genuinamente que el padre acusado ha abusado sexualmente de su hijo(a) sin que haya sido así. De este modo, su comportamiento se ha basado en equívocos pero no es difamatorio.

Más aún, el síndrome de alienación parental carece de moderación. Se proponen explicaciones elaboradas y dinámicas complejas respecto del comportamiento del niño/la niña y del acusador, incluyendo una serie de mecanismos de defensa, perversidad sexual y maldad. Se puede sostener que aquellas explicaciones más mesuradas y probables son las que afirman que hay fundamento en las quejas del niño/la niña y de la madre o que éstos(as) están equivocados pero que no son perversos(as), malos(as) o que están locos(as).

Debido a que existe la posibilidad de múltiples interpretaciones de un síntoma dado o de una serie de síntomas, el síndrome de alienación parental es muy vulnerable a problemas de confiabilidad entre clasificadores. Un indicador de un experto de que una alegación es falsa puede ser para otro experto el indicador de que la alegación es auténtica.

Así mismo, clínicamente, el síndrome de alienación parental no es ilustrativo puesto que no toma en cuenta la variabilidad y el alcance de los comportamientos y las reacciones del niño/la niña, la madre y el padre en las alegaciones de abuso infantil falsas y las auténticas. Por ejemplo, no se ajusta el espectro de las respuestas de los niños/las niñas a un padre abusador, que pueden incluir odio, afecto o ambivalencia. Es más, no reconoce que el/la mismo(a) niño(a) puede expresar emociones bastante diferentes frente a un padre abusador en diversos puntos de tiempo y en diferentes circunstancias. Los niños y niñas pueden tener todo un conjunto de reacciones frente a un padre acusado pero no abusador. Las madres pueden mostrar también una variedad de respuestas frente a una alegación de abuso, desde descreimiento hasta creerlo, sin importar la veracidad. El grado hasta el cual ella protege su hijo(a) de un posible futuro abuso también puede variar, igual que sus sentimientos acerca del alegado agresor, sin importar si las alegaciones son ciertas. Por ejemplo, una madre puede creer que su hijo(a) ha sido maltratado(a) pero puede fallar en protegerlo(a) porque teme a las consecuencias que podría haber si reacciona de manera protectora.

En True and False Accusations of Child Sex Abuse (1992c) [Verdaderas y falsas acusaciones de abuso sexual infantil] Gardner declara que no existe nada que corresponda al “síndrome del abuso sexual infantil” porque los niños y niñas que han sido abusados(as) sexualmente muestran una variedad muy amplia de síntomas (p. 93). Se podrían hacer críticas comparables respecto a la utilidad del síndrome de alienación parental.

CONCLUSIÓN

Como se dijo en la introducción, es importante considerar y examinar de manera crítica explicaciones alternativas cuando se dice que los niños/las niñas han sufrido de abuso sexual, incluyendo teorías tales como el síndrome de alienación parental. No obstante, debido a que el síndrome de alienación parental no trata directamente la cuestión última, de si el niño/la niña ha sido abusado(a) sexualmente o no, no es muy útil para efectos de determinar este tema. Su única utilidad posible sería el comprender el comportamiento del niño/la niña y la madre en algunos casos en los cuales se establece por otros medios que la alegación de maltrato de parte del padre es falsa.

Una deficiencia fundamental del síndrome, tal como lo describe Gardner (1992a, 1992c) es que no considera explicaciones alternativas del comportamiento del niño/la niña y la madre, incluyendo la veracidad de la alegación o el que la madre se equivocó de manera honesta. Incluso en los casos falsos, el síndrome no tiene en cuenta la vasta serie de motivaciones y comportamientos de niños y niñas, madres y padres.

Gardner no presenta documentación para fundamentar la existencia del síndrome y sus dinámicas propuestas. De hecho, la investigación y los trabajos clínicos escritos realizados por otros profesionales llevan a la conclusión de que algunos de estos principios están equivocados y que otros representan el punto de vista de una minoría.


 



* ad litem: en litigio. N. de la T.



[1] A pesar de que, de acuerdo a Gardner (1992) el 10% de los padres acusadores son varones, su trabajo se centra en las madres acusadoras. Por tanto, a lo largo de este artículo, se hace referencia al padre acusador como “la madre”, en femenino.

[2] Sin embargo, Gardner incluye al conocimiento sexual y al comportamiento seductor en la Escala de Legitimación del Abuso Sexual (SALS) y en su lista de factores en los Protocolos para la evaluación del abuso sexual como indicadores de que el niño/la niña dice la verdad acerca del abuso sexual. De ahí que es inconsistente en sus concepciones acerca del conocimiento y el comportamiento sexuales de niños y niñas.

[3] Las tarifas de Gardner pueden alcanzar unos US$ 400 la hora.

[4] Los 84 factores de la SALS aparecen en el Apéndica.

[5] Como se indica en la Nota 2 estas posiciones no son consistentes con su inclusión del conocimiento sexual y el comportamiento sexualizado como indicadores de probabilidad de abuso sexual en niños y niñas.